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La Doctrina Búdica de la Tierra Pura
por JEAN ERACLE
PRIMERA PARTE :: INTRODUCCIÓN A LOS «TRES SÛTRA»
Sección XVII. El renacer en el «Gran Sûtra»
EL RENACER EN EL «GRAN SÛTRA»
Varios de los Grandes Votos del Buddha Amitâbha tienen por objeto el renacimiento en la Tierra de la Suprema Felicidad. De entre ellos, el más importante es el decimoctavo. Su formulación es simple, pero contiene todo. Este voto no es, por lo demás, disociable del precedente, que conviene en consecuencia citar junto a él:
«Si, llegado a Buddha, todos los Buddha sin número de los mundos de las diez direcciones no predican ni alaban completamente mi Nombre, no quiero Perfecto Despertar»
«Si, llegado a Buddha, todos los seres vivos en las diez direcciones que, de todo corazón se regocijan con la fe y desean renacer en mi Tierra, no renacen en ella, incluso con sólo diez pensamientos, no quiero Perfecto Despertar.»
El Voto decimoséptimo proclama el elemento fundamental de la Vía de la Tierra Pura. Este elemento fundamental es el Nombre del Buddha. Todos los Buddha, en efecto, predican el Nombre de Amitâbha en virtud de la identidad profunda de todos los Buddha en el Cuerpo de la Ley. El Nombre de Amitâbha es como el símbolo, como el resumen de la Ley única y maravillosa enseñada por todos los Buddha. Consecuentemente, basta pensar en Amitâbha y pronunciar su Nombre en comunión con todos ellos para entrar en su presencia y tener acceso a su plano de consciencia. Esta armonía profunda que el Nombre de Amitâbha establece entre aquel que lo pronuncia y todos los Buddha, es subrayada por el Voto 45.°:
«Si llego a Buddha, todos los Bodhisattva de los mundos de las demás direcciones que escuchen mi Nombre obtendrán el Samâdhi donde todo se ve de modo ecuánime; permaneciendo en ese Samâdhi, alcanzarán el estado de Buddha y verán constantemente a todos los Tathâgata innumerables e indescriptibles; si no es así, no quiero Perfecto Despertar.»
El Voto decimoséptimo podría dejar creer que la Vía de la Tierra Pura consiste en una especie de Yoga de la repetición (Japa-Yoga) como el del Hinduismo o, incluso, como el de otras escuelas búdicas. De hecho, no es nada de eso. El Voto decimoctavo está destinado, en efecto a precisar el sentido de la invocación del Nombre.
De entrada, no se trata de una pronunciación del Nombre, sino del «Pensamiento de Buddha» (Nembutsu), no siendo el Nombre más que, como si dijéramos, una cristalización.
Después, no se dice que deba repetirse ese Nombre millares de veces con vistas a crear un cierto estado de concentración, sino, al contrario, algunos pensamientos bastan. El texto habla de «sólo diez pensamientos». Esto significa, en terminología budista, que es suficiente pensar en Buddha el tiempo de diez respiraciones, es decir, durante un muy corto período de tiempo.
En fin, el Voto decimoctavo pone el acento en la actitud interior que debe acompañar al «Pensamiento». El texto insiste en la intensidad: es «de todo corazón» o, según otra manera de traducir, «con un corazón sincero» como los seres empiezan a creer y a desear el renacimiento.
La actitud espiritual está definida como «gozo de la fe» y «deseo de renacimiento».
Hemos visto que el deseo de renacimiento no es otra cosa que la aspiración a la suprema felicidad de la liberación: desear renacer en la Tierra Pura es lo mismo que querer convertirse en Buddha para salvar a todos los seres.
El «gozo de la fe» indica una especie de júbilo. Resulta de la convicción de que la vía enseñada por el Sûtra conduce necesariamente a la meta.
En otro lugar, el Sûtra describe los diversos momentos de la fe perfecta:
«Dijo Buddha a Maitreya: “Aquel que tiene la suerte de oír el Nombre de este Buddha, empieza a exultar de gozo y alcanza así la unidad de pensamiento, sabe que ese hombre sacará de ello un gran provecho. Ten en cuenta que está colmado de cualidades insuperables. Por eso, oh Maitreya, incluso si los tres mil grandes millares de mundos son invadidos por el fuego, tú debes recorrerlos para escuchar este Sûtra, regocijarte, creer gozosamente en él, recibirlo, guardarlo, leerlo, recitarlo y practicar lo que enseña. ¿Y por qué? Porque hay Bodhisattva que aspiran a escuchar este Sûtra, pero sin lograrlo. Si seres vivos, pues, lo escuchan, realizarán así la Vía Suprema sin desviarse ya nunca más de ella. He aquí por qué es con un corazón exclusivo cómo debéis creer en este Sûtra, guardarlo, comprenderlo, recitarlo y practicar lo que enseña”.»
La práctica, es decir, el «Pensamiento de Buddha», la «guarda de su Nombre», no es sino el resultado de todo un proceso psicológico desencadenado por la audición del Sûtra. Este proceso comprende cinco momentos: audición del Sûtra, júbilo suscitado por esa audición, fe gozosa aparecida espontáneamente en medio de ese júbilo, profundización en la doctrina y, finalmente, práctica del Nembutsu.
Por su simplicidad, la vía que enseña el «Gran Sûtra» parece verdaderamente la más adecuada para la gran mayoría. A causa de ello, este Sûtra y, en particular el Voto decimoctavo, que es como su culminación, son considerados la más perfecta expresión de la Gran Compasión que quiere liberar a todos los seres, incluidos los más miserables, y de la Gran Sabiduría que encuentra los medios eficaces para alcanzar tan noble objetivo.
Enfocado desde esta perspectiva, el Voto decimoctavo termina de una manera que puede sorprender. El texto contiene una cláusula de alcance netamente restrictivo:
«No hablo de quienes cometen las cinco faltas imperdonables o maldicen de la Buena Ley.»
Las cinco faltas imperdonables o, para ser más exacto, las cinco faltas «de retribución inmediata», son tan graves que, normalmente, deberían desencadenar la caída instantánea en los tormentos infernales. Consisten en matar al padre, matar a la madre, matar a un Santo, herir a un Buddha y en dividir a la Comunidad de monjes.
El Voto decimoctavo parece, pues, excluir a los que cometen tales acciones.
Los comentadores desde siempre han reflexionado sobre esta extraña cláusula.
Llaman la atención sobre el hecho de que esta frase no puede verdaderamente excluir a los grandes pecadores de la salvación universal, ya que el «Sûtra de la Contemplación», que también se refiere al «Gran Sûtra» y menciona los cuarenta y ocho Votos, afirma explícitamente lo contrarío, sin pronunciarse, es cierto, sobre «los que maldicen de la Buena Ley».
Por lo demás, una exclusión así se opondría al espíritu de la Gran Compasión de Buddha, de la que los Votos Originales de Amitâbha no son sino la expresión.
En efecto, Buddha no se permite juzgar a los seres, y menos aún condenarlos: sólo intenta liberarlos. Toda su enseñanza, ya lo hemos visto, tiene un solo objetivo: la liberación de todos los seres. Su compasión sin límites se aplica incansablemente a salvar a todos los que sufren, sean quienes fueren, y precisamente a los más miserables, es decir, a los seres que soportan el Karma más pesado. Teniendo esto en cuenta, no se puede considerar como exclusivo el final del Voto decimoctavo.
Los comentadores ven más bien en esta frase una especie de advertencia, un medio de prevenir un error grosero de interpretación.
Si se admite que la Vía de la Tierra Pura ha brotado del amor de compasión «que abarca a todos los seres y no abandona a nadie», un espíritu estúpido puede sentirse fuertemente atraído por la tentación de querer justamente volverse miserable para beneficiarse de la promesa de los Votos Originales. Para impedir este error habría sido pronunciada la cláusula del Voto decimoctavo. El Tannishô, obra fundamental de la Escuela Verdadera de la Tierra Pura (Jôdo-Shinshû), cuenta una anécdota que puede servir de comentario a esta cláusula:
«Había una vez un hombre que, falseado su espíritu por ideas subversivas, pretendía querer producir un Karma para nacer en la Tierra Pura haciendo intencionadamente el mal, puesto que el Voto tiene por objeto salvar a los malvados. Divulgadas tales fechorías, nuestro Señor Shinran escribió en una carta: “No se debe querer un veneno aunque exista un antídoto correspondiente”.»
Los Votos Originales subrayan la importancia de la fe. Fe que debe ser absolutamente pura, desnuda de dudas de toda especie. Cabe entonces preguntarse lo que ocurre con aquellos que no llegan a poner toda su confianza en el Voto decimoctavo y que, en consecuencia, experimentan la necesidad de añadir al Nembutsu toda clase de prácticas fundadas en la noción del mérito personal.
El «Gran Sûtra» aporta igualmente una respuesta a esta cuestión, ya que los Votos decimonoveno y vigésimo se aplican justamente a este tipo de seres:
«Si, llegado a Buddha, todos los seres vivos en las diez direcciones declaran la dedicación de todos sus méritos con miras a alcanzar el Despertar y, de todo corazón, emiten el voto de renacer en mi Tierra; si en el momento de su muerte no aparezco ante ellos rodeado de una multitud de asistentes, no quiero Perfecto Despertar.»
«Si, llegado a Buddha, todos los seres vivos en las diez direcciones que, al oír mi nombre, dirigen su pensamiento hacia mi Tierra, cultivan la Fuente de todas las Virtudes y, de todo corazón, desarrollan el deseo de renacer en mi Tierra, no obtienen este efecto, no quiero Perfecto Despertar.»
Según estos dos Votos, los seres que cultivan las virtudes con vistas a adquirir méritos que les permitan renacer en la Tierra Pura, tendrán acceso necesariamente al Mundo de la Suprema Felicidad.
En otro pasaje, el Sûtra establece, sin embargo, una distinción entre aquellos que tienen una fe perfecta en la vía que él enseña y aquellos que, llenos de dudas al respecto, se creen obligados a añadirle toda suerte de prácticas meritorias. Si los primeros renacen en la Tierra Pura en el corazón de un loto abierto, los otros permanecen prisioneros de su propia duda en el interior de un capullo herméticamente cerrado. Este estado «intermedio» es como el límite de la Tierra Pura, lo que los textos llaman la «Región Alejada», el «Palacio de la Duda», el «Nacimiento del Embrión», etc. Sólo cuando todas las dudas están disipadas y la fe perfecta se dilata, se ve realizada la Gran Serenidad de la Tierra de la Suprema Felicidad.
«Dijo Buddha a Maitreya: “Si seres vivos que tienen dudas en su corazón y cultivan todas las virtudes con el fin de renacer en esta Tierra, si ponen en duda todas las Sabidurías, a saber: la Sabiduría Imperecedera de Buddha, la Sabiduría Impensable, la Sabiduría Innumerable, la Vasta Sabiduría del Gran Vehículo, la Sabiduría Inigualable, Incomparable, Suprema y Excelente, si, además, se aferran a la idea de pecado y virtud, cultivan las raíces del bien con el fin de renacer en esta Tierra, todos esos seres vivos renacerán en ese “Palacio” y pasarán en él quinientos años sin ver a Buddha ni oír la doctrina de los Sûtra, sin ver a los Bodhisattva ni oír la voz de los Santos”.
“Si seres vivos, por el contrario, tienen una fe pura en la Sabiduría de Buddha y en todas las demás hasta la Sabiduría Excelente, siendo la causa de todas las cualidades el corazón lleno de fe y orientado hacia el renacimiento, esos seres vivos renacerán con completa naturalidad en medio de una flor de siete joyas en la que estarán sentados; al punto, en un instante, obtendrán los mismos signos corporales, la misma irradiación luminosa, la misma sabiduría y las mismas cualidades de todos los Bodhisattva”»