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La Doctrina Búdica de la Tierra Pura
por JEAN ERACLE
SEGUNDA PARTE :: EXTRACTOS DE LOS «TRES SÛTRA»
Sección II. El «Sûtra de la Contemplación
del Buddha de la Vida Infinita»
(Amitâyur-Dhyâna-Sûtra)
EL «SÛTRA DE LA CONTEMPLACIÓN DEL BUDDHA DE LA VIDA INFINITA»
El «Sûtra de la Contemplación» contiene tres partes.
Primero hay una larga introducción que describe las circunstancias en las que el Sûtra fue pronunciado.
Estamos en la corte de Râjagriha, capital del reino de Magadha. El príncipe Ajâtasatru acaba de destronar a su padre, el rey Bimbisâra, a quien tiene como prisionero. Como quiera que la madre, la reina Vaidehî, a escondidas cuida y reconforta al rey, el usurpador, encolerizado, manda secuestrarla en un lugar retirado del palacio. La reina experimenta con ello una gran tristeza. Volviéndose hacia el Pico de los Buitres, donde reside entonces Buddha con sus discípulos, comienza a invocar al Maestro. Este aparece con Ananda y Maudgalyâyana. Y revela a la prisionera la existencia de las maravillosas Tierras Puras de todos los Buddha y, en particular, la Tierra de la Suprema Felicidad del Buddha de la Vida Infinita.
A la intención de los seres que nacerán tras entrar él en su Nirvâna final, Sâkyamuni enseña a continuación a la reina y a su discípulo Ananda los dieciséis métodos de contemplación que forman la segunda parte del Sûtra.
Dijo Buddha a Vaidehî:
«Tú y los demás humanos poseéis un corazón enfermo y grosero. Mientras no logréis el Ojo divino, el contemplar es difícil para vosotros. Sin embargo, todos los Buddha Tathâgata disponen de cómodos medios para permitiros ver.»
Entonces, Vaidehî dijo a Buddha:
«¡Venerado del Mundo! Ahora, por el poder de Buddha, yo contemplo esa Tierra. Pero dime cómo, tras el Nirvâna de Buddha, todos los seres vivos repletos de impurezas y vicios,[1] aplastados por las cinco clases de sufrimientos podrán ver la Tierra de la Suprema Felicidad del Buddha Amida» .
Dijo Buddha a Vaidehî:
«Tú y todos los seres vivos debéis tener un corazón unificado fijando vuestro pensamiento en un solo punto.
Volved vuestro pensamiento hacia el Oeste. ¿Qué significa “volver el pensamiento”? Significa que los seres vivos no han nacido ciegos. Quienquiera que tenga ojos es capaz de ver el sol poniente del crepúsculo. Justamente es ese pensamiento el que debéis hacer brotar. Sentaos con el cuerpo recto cara al Oeste y dirigid vuestra atención hacia la contemplación del sol. Forzad a vuestro corazón para que permanezca así con solidez. Pensad únicamente en eso, no divaguéis.
Representaos al sol poniente como un tambor suspendido.
Cuando hayáis terminado de representaros al sol, seréis capaces de verlo con toda claridad, tengáis los ojos abiertos o cerrados.
Esta es, pues, la meditación sobre el sol, llamada Primera Contemplación.
Contemplar de este modo se llama contemplación correcta. Contemplar de otra manera, se llama contemplación errónea.»
Buddha enseña entonces a Vaidehî cómo debe contemplar el agua clara y límpida y a continuación el suelo de oro de la Tierra Pura. Luego deberá ir representándose sucesivamente los árboles de joyas, los estanques de lotos y, en fin, el conjunto de la Tierra de la Suprema Felicidad, donde resuenan sin pausa músicas celestiales.
He aquí el texto íntegro de las Contemplaciones 7, 8 y 9.
Dijo Buddha a Ananda y a Vaidehî:
«¡Prestad mucha atención!, ¡prestad mucha atención!, ¡escuchadme bien!
Ahora os voy a explicar con detalle cómo eliminar el sufrimiento y las tribulaciones. Así podréis acordaros de ello y exponerlo ampliamente a los demás.»
Aún estaba hablando cuando el Buddha de la Vida Infinita apareció en medio del cielo, y a su izquierda y a su derecha los dos grandes sabios que le asisten, Avalokitesvara y Mahâsthâmaprâpta. Su luz era tan fulgurante que resultaba imposible de mirar: brillaba con el incomparable color de oro de cien mil ríos Jambû.
Vaidehî, al ver al Buddha de la Vida Infinita, se postró a sus pies y después dijo a Buddha:
«¡Venerado del Mundo! Yo, por el poder de Buddha, he logrado ver, por fin, al Buddha de la Vida Infinita, así como a los dos Bodhisattva. Dime ahora cómo, en el porvenir, podrán contemplar todos los seres vivos al Buddha de la Vida Infinita, así como a los dos Bodhisattva. »
Respondió Buddha a Vaidehî:
«Quien desee contemplar a este Buddha debe, en primer lugar, concentrar su pensamiento y representarse, en el suelo formado por las siete joyas, una flor de loto.
Cada pétalo de esta flor tiene el color de cien joyas. Posee 84.000 nervaduras[2] que parecen dibujadas por los dioses. Cada nervadura despide 84.000 rayos de luz que permiten distinguirlas todas claramente.
Los pétalos más pequeños cubren una extensión de ciento cincuenta Yojana. ¡Y la flor de loto posee 84.000 pétalos!
Cada uno de los pétalos está adornado con cien millones de perlas Mani que le hacen resplandecer. Cada una de las perlas despide un millar de rayos de luz. Estos rayos de luz forman como un parasol compuesto por las siete joyas que recubre toda la tierra.
El pericarpio de esta flor de loto está compuesto y rodeado de perlas Mani semejantes a las que ornamentan la diadema de Sakra. En efecto, este pericarpio está adornado con 80.000 redes de diamantes, de rubíes, de joyas Mani y de perlas maravillosamente finas.
Cuatro preciosos pendones se alzan sobre el pericarpio. Sobre los pendones hay sedas preciosas, que se parecen al palacio de Yâmadeva. Cada pendón se parece a cien, a mil, a diez mil, a cien mil Montes Sumeru. Se adornan, por lo demás, con quinientos millones de perlas preciosas maravillosamente finas.
Cada una de estas perlas despide 84.000 rayos de luz. De cada uno de los rayos, a su vez, surgen otros 84.000 de color de oro. Estos rayos de color de oro se propalan por toda esta Tierra de Joyas y, en todo lugar, se transforman en objetos de diversos aspectos, como tronos de diamantes, redes de perlas verdaderas o nubes compuestas de flores enredadas. Estos objetos se manifiestan en las diez direcciones y en ellas cumplen las obras de Buddha.
He aquí, pues, la meditación sobre el trono de loto, como se llama la Séptima Contemplación.»
Dijo Buddha a Ananda:
«Como esta maravillosa flor es la transformación del poder de los Votos Originales del monje Dharmâkara, aquel que desee meditar sobre este Buddha debe empezar por representarse el trono de esta flor maravillosa.
Cuando os entreguéis a esta meditación, no hay que pensar en nada más. Consecuentemente, hay que contemplar cada pétalo, cada perla, cada rayo de luz, el pericarpio por completo y cada pendón de una manera tan clara y diferenciada como si se mirara el propio rostro en un espejo.
Quien medite de esta manera borra las faltas cometidas en el ciclo del nacimiento y de la muerte durante quinientos millones de Kalpa. Está necesariamente destinado a ir a renacer a la Tierra de la Suprema Felicidad. Contemplar de este modo se llama contemplación correcta. Contemplar de otra manera se llama contemplación errónea.»
Dijo Buddha a Ananda y a Vaidehî:
«Después de haber visto esto, hay que meditar sobre Buddha.
¿Y por qué?
El Cuerpo de todos los Buddha Tathâgata pertenece al “Plano de la Ley”, que penetra enteramente el corazón de todos los seres vivos. Por eso, cuando meditáis sobre Buddha en vuestro corazón, éste no hace sino uno con los, treinta y dos signos de excelencia y las ochenta características.
Es el corazón lo que se convierte en Buddha, es el corazón lo que es Buddha.
El océano de la Omniconsciencia de todos los Buddha nace de la meditación del corazón.
Por eso es necesario, con corazón unificado, fijar el propio pensamiento sólo en la contemplación de este Buddha, que es Tathâgata, Santo, perfectamente Despierto.
Cuando se medita sobre este Buddha, en primer lugar hay que representarse su imagen: los ojos abiertos o cerrados, se debe observar su preciosa imagen con el color de oro del río Jambû y sentado sobre su loto. Una vez realizada la imagen sentada, el ojo del corazón se abrirá y se distinguirá claramente la Tierra de la Suprema Felicidad con sus adornos compuestos de las siete joyas, es decir, su suelo precioso, sus estanques preciosos, sus avenidas plantadas de árboles preciosos y, en esos árboles, múltiples sederías repletas de dioses y de joyas y, por todas partes en el cielo, filetes de gasa ornamentados con piedras preciosas. Se observará todo ello con tanta claridad como si se mirara la palma de la mano.
A continuación hay que hacer que aparezca todavía una gran flor de loto a la izquierda de Buddha. Esta flor de loto no es diferente a la ya descrita anteriormente.
De la misma manera, hay que hacer que aparezca todavía una gran flor de loto a la derecha de Buddha.
Sobre la flor de la izquierda hay que representarse la imagen sentada del Bodhisattva Avalokitesvara. Es necesario darle el color del oro, como el ya descrito anteriormente.
Sobre la flor de la derecha, hay que representarse la imagen sentada del Bodhisattva Mahâsthâmaprâpta.
Una vez realizada esta meditación, se deben bañar las imágenes de Buddha y de los Bodhisattva en una luz maravillosa. Esta luz es del color del oro: va a aclarar todos los árboles de joyas. Sobre cada árbol hay también tres flores de loto. Sobre todas estas flores de loto están las imágenes de Buddha y de los dos Bodhisattva. Todo este mundo está repleto de ellos.
Una vez consumada esta meditación, se escuchará cómo los arroyos, los rayos de luz, así como los árboles de joyas, los patitos, los gansos salvajes, los patos mandarinos machos y hembras proclaman todos la Ley Maravillosa. Se salga de la meditación o se entre en ella, se oirá sin cesar la Ley Maravillosa. Quien es capaz de oírla, se acordará de ella constantemente, incluso durante el tiempo de la meditación.
Todo ello deberá ser conforme a los Sûtra. Si no es conforme, es lo que se llama una meditación mentirosa. Si es conforme, es lo que se llama la visión grosera de la Tierra de la Suprema Felicidad. Esta meditación descansa, en efecto, en las imágenes, y se llama la Octava Contemplación.
Aquel que medite de esta manera borra las faltas cometidas en el ciclo del nacimiento y de la muerte durante innumerables millones de Kalpa. Meditar así durante la propia vida, es obtener el Samâdhi del Nembutsu.
Contemplar de este modo se llama contemplación correcta. Contemplar de otra manera, se llama contemplación errónea.»
Dijo Buddha a Ananda y a Vaidehî:
«Consumada esta meditación, es preciso ponerse a contemplar los luminosos y brillantes signos del cuerpo del Buddha de la Vida Infinita.
Sabe ahora, oh Ananda, que el Cuerpo del Buddha de la Vida Infinita es más bello que cien, que mil, que diez mil, que cien mil veces el de Yâmadeva o el color de oro del río Jambû.
El cuerpo de Buddha se alza a una altitud de tantos Yojana como arenas de seis miríadas de millares de ríos Ganges.
Los pelos de plata entre sus cejas se inclinan hacia la derecha y se parecen a cinco Montes Sumeru.
Los ojos de Buddha son claros y puros como el agua de los cuatro océanos. En ellos, el azul y el blanco son claramente distintos.
Todos los poros de su piel despiden rayos de luz tan altos como el Monte Sumeru.
El halo luminoso de este Buddha es diez millones de veces más extenso que tres mil millares de mundos. En ese halo luminoso están los Buddha de Transformación[3] tan numerosos como las arenas de diez millares de ríos Ganges y cada uno de estos Buddha de Transformación posee una innumerable multitud de Bodhisattva de Transformación que lo escoltan.
El Buddha de la Vida Infinita posee 84.000 signos . En cada uno de estos signos hay 84.000 características. Y cada una de estas cualidades despide 84.000 rayos de luz. Y cada uno de estos rayos de luz se difunde por todas partes e ilumina todos los mundos en las diez direcciones.
Todos los seres vivos que piensan en Buddha son abrazados y no abandonados ya jamás.
No resulta posible detallar estas excelentes marcas de luz, ni tampoco los Buddha de Transformación. Sin embargo, cuando se efectúa esta meditación es suficiente con ver mentalmente la luz. Y así se será capaz de ver a todos los Buddha en las diez direcciones.
La visión de todos los Buddha se llama Samâdhi del Nembutsu.
Esta meditación se llama la contemplación del Cuerpo de todos los Buddha.
Contemplar el Cuerpo de Buddha es igualmente ver el corazón de Buddha. Y el corazón de Buddha es el gran amor de compasión que consiste en amar y aceptar de igual manera a todos los seres vivos.
Aquel que realice esta meditación renacerá, tras su muerte, en presencia de todos los Buddha. Por eso el sabio debe fijar su corazón en la contemplación del Buddha de la Vida Infinita.
La contemplación del Buddha de la Vida Infinita se inicia con un solo signo de excelencia. Es necesario contemplar de manera absolutamente clara los pelos de plata entre sus cejas. Ver los pelos de plata que están entre sus cejas es, al mismo tiempo, ver los 84.000 signos de excelencia. Ver al Buddha de la Vida Infinita es ser capaz de ver a todos los innumerables Buddha en las diez direcciones. Y al conseguir ver a todos los innumerables Buddha, la predicción (del propio despertar) se recibe en presencia de todos los Buddha.
Esta es, pues, la contemplación universal, la meditación sobre todas las formas que se llama Novena Contemplación.
Contemplar de este modo se llama contemplación correcta. Contemplar de otra manera, se llama contemplación errónea.»
Tras lo cual, Buddha enseña a Vaidehî a meditar sobre el Bodhisattva Avalokitesvara, y después sobre el Bodhisattva Mahâsthâmaprapta. Le enseña también a contemplar a los Tres Santos Seres de una manera perfecta.
La decimotercera Contemplación se presenta como una meditación simplificada.
Dijo Buddha a Ananda y a Vaidehî:
«Si alguien desea de todo corazón renacer en la dirección del Oeste, debe en primer lugar contemplar una imagen (del Buddha Amida) de dieciséis pies de altura sentada sobre las aguas del estanque.
Como ya ha sido dicho, el cuerpo del Buddha de la Vida Infinita es sin medidas. No puede ser alcanzado por el poder del corazón del hombre ordinario. Pero por el poder de los Votos de este Tathâgata, aquellos que piensen en él alcanzarán necesariamente la meta. Incluso pensando en la imagen de Buddha, se obtiene una felicidad inconmensurable. ¡Cuánto más, entonces, contemplando los signos de su cuerpo completo!
El Buddha Amida tiene el divino poder de mostrarse tal como desee en los mundos de las diez direcciones. O bien aparece con un inmenso cuerpo que llena la totalidad del espacio, o bien aparece con un cuerpecillo de dieciséis o de ocho pies de altura. La forma con la que aparece siempre tiene el color del oro puro.
Los Buddha de Transformación y los lotos preciosos que aparecen en su halo de luz son como los ya descritos.
Los cuerpos de los Bodhisattva Avalokitesvara y Mahâsthâmaprâpta son semejantes en todo. Sin embargo, gracias a los ornamentos de su cabeza, todos los seres vivos saben quién es Avalokitesvara y quién es Mahâsthâmaprâpta. Ambos Bodhisattva ayudan al Buddha Amida a liberar a todos los seres.
He aquí la llamada meditación resumida, correspondiente a la Decimotercera Contemplación.
Contemplar de este modo se llama contemplación correcta. Contemplar de otra manera, se llama contemplación errónea.»
Las tres últimas contemplaciones se presentan con un aspecto particular. Ya no se trata, en efecto, de un método de meditación, sino de una descripción de las diversas cualidades que deben poseer aquellos que aspiran a renacer en la Tierra de la Suprema Felicidad.
Aquellos que experimentan tales aspiraciones se dividen en tres grandes clases, divididas a su vez en tres grados.
Pertenecen a la clase superior todos aquellos que, en diversos grados, practican todas las virtudes, estudian los Sûtra y se consagran a largas meditaciones.
La clase intermedia agrupa a todos aquellos cuyas prácticas son incompletas y más especialmente orientadas hacia la perfección moral.
En la clase inferior están colocadas las gentes incapaces de practicar las virtudes y de dedicarse a los ejercicios tradicionales, e incluso todos aquellos a los que corrientemente se considera como malvados y perversos.
Veamos el pasaje que concierne al último grado de esta clase inferior:
Dijo Buddha a Ananda y a Vaidehî:
«He aquí el grado más bajo de la clase inferior de renacimiento: quizá haya seres vivos que, a causa de un mal Karma, han cometido todo lo que no está bien: las cinco faltas imperdonables y las diez malvadas acciones. Así, estos seres estúpidos, a causa de su mal Karma, deben caer en las vías malas y pasar en ellas, normalmente, numerosos Kalpa sufriendo penas interminables.
Sin embargo, he aquí que estos seres estúpidos, en el momento de morir, encuentran a un buen maestro que les trae toda clase de apaciguamientos, les expone la Ley Maravillosa y les enseña a meditar sobre este Buddha.
Pero estos seres, en su angustia, son incapaces de meditar en este Buddha.
Ese excelente amigo les dice: “Si no podéis meditar sobre este Buddha, es necesario que toméis refugio en el Buddha de la Vida Infinita.”
Y así es como, de todo corazón, repiten hasta diez veces: “¡Reverencia al Buddha Amida!” (NA-MU A-MI-DA BUTSU).
A causa de la repetición del Nombre de Buddha en su corazón, borran las faltas cometidas en el ciclo del nacimiento y de la muerte durante ocho millares de Kalpa.
En el momento de morir, ven un loto de oro semejante al sol detenerse ante ellos. En el espacio de un pensamiento, logran así el renacimiento en la Tierra de la Suprema Felicidad.
Permanecen dentro de esa flor de loto[4] durante doce grandes Kalpa .
Cuando se abre esa flor que los recubre, se les aparecen Avalokitesvara y Mahâsthâmaprâpta y, con voz dulcificada por la gran compasión, les enseñan lo que son realmente los fenómenos y cómo anular sus faltas. Llenos de gozo, son entonces capaces de producir el Pensamiento del Despertar.
He aquí lo que se llama el grado más bajo de la clase inferior de renacimiento.»
Damos a continuación el texto íntegro de la última parte del Sûtra:
«Cuando el Venerado del Mundo hubo terminado su discurso, Vaidehî y las quinientas damas de honor que habían escuchado las palabras de Buddha, se tornaron capaces de contemplar el inmenso espectáculo del Mundo de la Suprema Felicidad.
Lograron ver el cuerpo de Buddha, así como a los dos Bodhisattva.
De sus corazones nació una gran alegría, y exclamaron: “¡Jamás se ha visto algo semejante!”
Realizando así un gran despertar, obtuvieron el grado de Aguante denominado “Sin-nacimiento”.
Las quinientas damas de honor produjeron el Pensamiento del Supremo y Perfecto Despertar e hicieron el voto de renacer en esa Tierra.
El Venerado del Mundo les predijo que irían a renacer a esa Tierra y, que tras haber nacido allí, obtendrían el Samâdhi que sitúa en presencia de todos los Buddha.
Los innumerables dioses produjeron también, entonces, el Pensamiento de la Suprema Realización.
En eso, Ananda se levantó de su asiento y dirigiéndose a Buddha, dijo: “¿Cómo se llama este Sûtra y qué es lo que debemos considerar como lo esencial de su enseñanza?”
Dijo Buddha a Ananda:
“Este Sûtra se llama: ‘Contemplación del Buddha de la Vida Infinita, del Bodhisattva Avalokitesvara y del Bodhisattva Mahâsthâmaprâpta en la Tierra de la Suprema Felicidad’. También se llama: ‘Desenraizamiento de los obstáculos debidos al Karma de manera que se renazca en presencia de todos los Buddha’. Así es cómo deberéis recibirlo y guardarlo sin permitir que se olvide.
Realizar este Samâdhi es poder ver, en esta vida misma, al Buddha de la Vida Infinita y a los dos grandes sabios.
Si hijos o hijas de bien, sólo con oír el Nombre de Buddha y el de los dos Bodhisattva, borran las faltas cometidas en el ciclo del nacimiento y de la muerte durante innumerables Kalpa, ¡cuánto más, entonces, si se acuerdan de Buddha y piensan en él!
Hay que saber que serán como lotos blancos entre los hombres. El Bodhisattva Avalokitesvara y el Bodhisattva Mahâsthâmaprâpta serán para ellos excelentes amigos. Tendrán un lugar en la Terraza del Despertar y renacerán en la morada de todos los Buddha.”
Dijo Buddha a Ananda:
“¡Porfiad en guardar mis palabras!
Ahora bien, guardar mis palabras es guardar el Nombre del Buddha de la Vida Infinita.”
Cuando Buddha hubo terminado de hablar, el Venerable Mavdgalyâyana, el Venerable Ananda y Vaidehî se alborozaron en grado sumo por haber escuchado la enseñanza de Buddha.
Entonces, el Venerado del Mundo, lanzándose a través del espacio, volvió a la Montaña del Pico de los Buitres y Ananda comenzó a enseñar a las gentes, tal como le había sido prescrito.
Innumerables seres: dioses, dragones divinos y genios[5] , que habían escuchado lo que Buddha había dicho, fueron colmados de una gran alegría y se retiraron mientras alababan a Buddha.»
NOTAS
[1] La Vía de la Tierra Pura está hecha para aquellos que vivirán cuando Buddha haya desaparecido del mundo y, especialmente, para quienes ordinariamente se considera como «malos y perversos».
[2] 84.000 es simbólico: representa la totalidad de las enseñanzas de Buddha. Esta cifra aparece aquí y más adelante como signo de una alta espiritualidad.
[3] Los Buddha de Transformación (Nirmanâkâyâ) son manifestaciones salvadoras de Buddha cuya esencia es el Cuerpo de la Ley (Dharmakayâ). Lo mismo es para los Bodhisattva.
[4] Esperar en un capullo de loto no es resultado de malas acciones, sino que, como explica el «Gran Sûtra», es la cristalización de la duda sobre la sabiduría salvadora de Buddha.
[5] Los seres aquí mencionados se refieren a las tres partes del mundo del deseo: los dioses (deva) están en el cielo, los dragones (nâga) son los espíritus de las aguas, los genios (yaksha) guardan la tierra.